CARTA DEL SUPERIOR PROVINCIAL A LOS ASOCIADOS


25 noviembre de 2012
 
   Una de las cosas a la que nos cuesta acostumbrarnos al principio de nuestra vida misionera es, aunque les parezca una tontería, celebrar la navidad en el trópico. Sí, las estampas de nuestra niñez, los fríos, hielos y nevadas de la tierra donde nacimos, se hacen presentes en el lejano recuerdo de aquellos años y la nostalgia se revive año tras año. Los vinos, el turrón, la cava y los dulces y comidas tradicionales pueden quedarse en el baúl de los olvidos. El entorno familiar se convierte en añoranza positiva: hemos creado otra ambiente con los pobres y necesitados del tercer mundo, nuestra nueva familia; entre el recuerdo cariñoso de una y la sonrisa, sencillez y amabilidad de otra, la navidad adquiere un sentido más profundo: celebramos el nacimiento del niño para todos.
 
   Pero celebrar la navidad en el tórrido sol tropical, un sol brillante, fuerte, ardoroso, fuego abrasador, con calores que al mediodía te dejan con toda la ropa empapada, eso es harina de otro costal para los que nacimos en la vieja Europa. Y Nicaragua, especialmente la Sultana del Sur, la Granada Nicaragüense, es uno de los lugares realmente calurosos del istmo centroamericano. Y es en este lugar donde su ayuda hace feliz a muchos infantes, a una niñez pobre, descalza, que come frutas tropicales y nacatamales cuando puede, que viste pobremente y que siempre está con una sonrisa en los labios, una sonrisa que veces deja deslumbrar ictus de dolor, pero que demuestra que para ser feliz no hace falta poseer muchas cosas, ni tener mesas repletas de todo, sino saber compartir, valorar lo sencillo y aprovechar al máximo la amistad y humanismo de la gente sencilla a la que une la dificultad vivida, la incertidumbre del mañana y la esperanza de que algo nuevo es posible con la unión de todos.

   Los “chavalos” de Nicaragua, los “bichos” de El Salvador, los “patojos” de Guatemala, los “muchachos” de Honduras, se han preparado con las posadas: nueve días de ir de una casa a otra para revivir el rechazo de la gente de Belén a María y José. Pero al final siempre se abren las puertas para acoger “el misterio” (las imágenes peregrinas de la santa pareja) y para dar a todos los participantes un ponche caliente, bebida de frutas, en el anochecer.  Algunos de ellos recibirán juguetes usados, pero con la misma ilusión con que nosotros los esperábamos en la noche de reyes.

   La verdad es que al ver a tantas niñas y niños felices, se prescinde del calor tropical, de su ardiente sol y uno se convence que vale la pena quemar la vida por los demás. Y a los “chavalos” de la Granada nica, que se benefician de sus donativos, se les abre una nueva puerta  de esperanza porque con la educación  que reciben gracias a ustedes podrán forjarse un futuro mejor. 

   En nombre de todos ellos, de sus hermanos los misioneros del Sagrado Corazón que trabajamos en estas tierras, al celebrar el Niño para todos acuérdense también de los que nos estamos asando en estas fechas en el sol tropical.

   Con cariño, agradecimiento y admiración
 
Joaquín Herrera, msc
Superior Provincial